La Celestina

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El libro de Calisto y Melibea...
y de la puta vieja Celestina


En el castillo.
F
ernando de Rojas (1465 - 1541) publicó su Tragicomedia de Calisto y Melibea más conocida ahora como La Celestina en 1499. Tragedia, porque al final de la historia casi todos sus personajes, con la excepción de dos prostitutas y la criada de Melibea, están muertos. Con tantos rufianes, con tantas prostitutas y con tantas muertes deshonrosas, el libro no puede ser una tragedia clásica... sus personajes principales no son nobles, ni siquiera buenos y ordenados burgueses. Entonces es una comedia o, mejor, una tragi-comedia.

Es también un libro picantemente erótico. Aunque el lenguaje que usaban Calisto y Melibea era el lenguaje aprendido en los libros del amor cortés medieval, lo que realmente les interesaba no era un amor etéreo e idealizado, sino follar... lo que no estaba nada de mal. Es un libro nihilista también, y cínico. Habla de un mundo de corrupción, de engaños, de egoísmos, de traiciones y de codicia desenfrenada. No tan sorprendentemente, La Celestina retrata también la solidaridad entre Elicia y Areúsa, dos mujeres marginales y marginalizadas.

Frente al triunfalismo oficial que reinaba en la corte de los Reyes Católicos —predominio del castellano sobre las otras lenguas de la Península, derrota de los musulmanes, el descubrimiento de tierras lejanas más allá del gran Océano—, el libro de Rojas retrataba una realidad otra; de desorden y de miseria. La Celestina era un libro subversivo, incómodo... y, quizás por eso mismo, fue inmensamente popular.

Más importante para nosotros que poco nos afectan ya las intrigas isabelinas o fernandinas, La Celestina es un libro que retrata sagaz, divertida y brillantemente, la vida alrededor de la plaza del mercado en la España que salía de una aparente conformidad y quietud medieval y se metía a toda prisa a un mundo que cambiaba vertiginosamente día a día.

Mi versión. Los textos de introducción a cada capítulo y los comentarios son, claramente, una anacrónica invención mía. Sin embargo, a excepción de una modernización de la sintaxis y del reemplazo de las palabras que han perdido vigencia por equivalentes más contemporáneos, los diálogos de los personajes siguen muy de cerca el texto original de Fernando de Rojas. Para esto he usado la edición preparada por la Real Academia Española y consultado como guía las versiones de Eduardo Alonso y la de Soledad Puértolas. También he tenido muy en cuenta la versión cinematográfica de Gerardo Vera al punto de, siguiéndolo a él, haber modificado algunos detalles del texto original. Mi versión es simplemente un divertimento con el que me he entretenido mucho y quizás más de alguien podrá gozarlo también.

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