Gracias al matón de la camiseta amarilla entonces, Begoña había conservado la foto de Durruti y la carta que Elvira le había enviado hacía una semana desde Umeå.
Nada quedó de lo demás.
Sentada frente a su escritorio pensó que quizás aquello no era una tan mala cosa. Se sintió liviana, sin otra atadura que la de Enrique. Podía escribir, se dijo; escribir lo que quisiera y de lo que se le antojara, sin tener que continuar nada, porque todo lo que escribiese ahora no sería sino un comienzo.
Se preguntó en qué se diferenciaba eso del olvido y se contestó enseguida diciéndose que sólo renunciaba a lo que había sido el registro de su memoria y de sus cavilaciones, pero que ellas podían seguir transformándose en su escritura y quién le decía si no resultarían ahora más libres de temores y de aspiraciones estrafalarias.
Empezar de cero, tener todo por delante; escribir sólo por la necesidad de hacerlo, no para dárselo leer a nadie, ni siquiera a Enrique; escribir sólo para combatir el miedo, la rabia, el dolor, el odio, el desencanto.
Papeles de Begoña Blanco.
📎 Begoña: Cansinos Assens.
✎ Ahora sí quizás quieres seguir ya al tríptico de amor y de odio: Canales.
✎ O antes puedes leer la carta de Elvira.