No sabía que yo tuviera una hora y tú no.
Si no lo haces por mí, al menos hazlo por tus hijos.
Son tuyos también.
A veces no estoy tan seguro.
Vete a la mierda, Xavier.
Xavier y Monche
Lavapiés, mayo de 1984
Monche en Lavapiés
Aunque ya entonces escribía versos en su cuaderno de hojas cuadriculadas, Adela Solá comenzó a ganarse la vida sirviendo por las noches en la Tía Dolores de calle Cervantes a pocos pasos del minúsculo piso con dos cuartos oscuros y estrechos ubicado en la cumbre de un desvencijado y crujiente edificio amarillo pálido en la calle de Fúcar casi frente a la Iglesia de Jesús de Medinaceli que ambos compartían con Matilde, la hermana mayor de Adela, y con su cuñado César Tascón, quincallero de profesión. Ese barrio, ruidoso y con un eterno olor a fritanga pasada, a humo de tabaco malo y a coles recocidas tal como lo describía de memoria Luisa Carnés en sus cuentos que escribía en su exilio en México, había sido la principal escuela de Xavier antes de que marchara a la mili en junio del 53 destinado al Sahara español donde estuvo achicharrándose al sol por más de dos años. Volvió al barrio al cumplirse su conscripción y desde entonces su vida estuvo por mucho tiempo siempre al filo de la navaja.
No sin una cierta paradoja, la muerte de Franco en noviembre y la decisión de mudarse con Monche a ese piso en la esquina de Jesús y María de Lavapiés le había traído a Xavier una buena cantidad de un, para él, muy necesario y bienvenido sosiego. Para Monche, sin embargo, era duro; creía amar a Xavier a quien había conocido gracias a una carta de Rodrigo Llagostera, pero el dolor de sus desgarros era todavía muy vivo, y Xavier y Monche no se llevaban del todo bien. Xavier, tránsfuga de varios oficios menores diversos de los que prefería no acordarse demasiado y mucho menos mentarlos en voz alta frente a desconocidos, antes de encontrar una genuina vocación y habilidad en la organización comunitaria, sabía, empero, arrullarla con cariño y esmero de amante, padre, hermano mayor que todas esas funciones cumplía y, cuando Monche se agotaba de su propia recién adquirida dureza, se dejaba arropar. Claro está que, y a pesar de haber encontrado Monche en Madrid un nuevo propósito político y de la llegada de Miguel y de Paz un par de años más tarde, ese trato de solitarios pobres diablos no podía durar demasiado.
Lavapiés, domingo 1 de julio de 1984
Hoy por fin se ha acabado todo. Esa bofetada sella nuestro trato. Hace tanto tiempo que querías irte de veras, Xavier, cansado, hastiado de mí. Me arropabas. Me cubrías con tus brazos de gigante protegiéndome del frío y de la lluvia. Me arrullabas con tus palabras de canciones de cuna, de historiador sabio y de cuentista ingenioso. Aprendiste mis pesadillas de memoria. Restañabas mis mocos y mis lágrimas cuando perdida, asustada, confusa, desesperaba por Aníbal. Cuando en mis sueños y pesadillas una y otra vez aparece Labarca. Tu mano suave e inmensa sobre la mía; sobre mi espalda y mis pechos; sobre mi vientre... vientre como él; sí; como decía él... ¿qué quieres que haga? No puedo dejar de pensar en él. Te quise, Xavier; te quise cerca, pegado a mí; dentro de mí. Todavía te quiero, Xavier. ¿Cómo no quererte? Pero tú nunca fuiste ni quisiste ser completamente mío. Tampoco yo lo quise. Eso me hubiera aterrorizado sin remedio, sin medida. ¿Por qué entonces insistes en que yo solo sea tuya? No puedo, Xavier, no puedo. Con estos otros... casi nunca ha pasado nada serio con ellos, Xavier, y tú lo sabes. Entiéndeme: ninguno de ellos me importa, sino para gritarte a tu cara que no puedo... no puedo por más que lo quisiera.
¿Y tú qué sabes de osos?
De osos, o de lobos, o de rebecos... nada; pero os aseguro que tengo muchas ganas de aprender y de que lo haré muy rápido. A eso ya estoy acostumbrada.
Vale. No hay muchos que sepan sobre ellos tampoco. ¿Puedes empezar el 6 de mayo, después de las fiestas?
Por supuesto.
Madrid, jueves 28 de abril de 1985
Julio, encantado.
Monche, encantada.
¿Bebes para olvidar?
Todo lo contrario; para no olvidarme nunca.
Debes de tener una memoria muy larga.
Mucho más de lo que te imaginas. ¿Cómo dijiste que te llamabas?
Madrid, jueves 9 de diciembre de 2004
☞ La fiesta de Sandra.
Última modificación: 25 de julio de 2023.