El río Allipén...
La madrugada del once de septiembre de 1973, Ricardo Núñez Grez dormía con su mujer Elena Balsera Campos en su hacienda «El Trasgu» de Allipén cuando recibió una llamada de su vecino Kurt Weisser Muller.
¿Estás seguro? le preguntó.
Ricardo Núñez Grez escuchó otra vez y asintió entonces con la cabeza. Supo que de acuerdo al plan varias veces revisado, lo llamarían pronto. Enfundado en su uniforme azul de reservista de la Fuerza Aérea, fue hasta la casa de Lisandro Lienlaf Alún. Cuando Lisandro le abrió la puerta, Ricardo Núñez Grez desenfundó su pistola reglamentaria y le disparó un tiro en el pecho. Enseguida enfiló hacia la casa de Juan Gacitúa Huenún. Cuando Juan le abrió la puerta, Ricardo Núñez Grez le disparó en medio de los ojos. Subió la loma entonces hasta la casa de Segundo Quilapán Chihuailaf. Cuando Segundo le abrió la puerta, Ricardo Núñez Grez le disparó directo al corazón.
Fue entonces hasta la casa de su inquilino de confianza, Norberto Mardones Galán, y le ordenó que desnudara los cuerpos. Una vez desnudos, los arrastraron con cuerdas atadas a sus tobillos al paso cansino de una yunta de bueyes hasta llevarlos hasta la orilla del Allipén. Allí, cuando el río reverberaba ya el sol del mediodía, dejaron que la corriente se llevara los cuerpos de Lisandro Lienlaf Alún, de Juan Gacitúa Huenún y de Segundo Quilapán Chihuailaf, hasta la confluencia con el Toltén un cuarto de legua más abajo.
Elvira Codulá
ciénaga...