Rizo, acompañamiento y fuga



Insomne, caminé la penetrante camanchaca matinal de Calama, la inquieta noche iquiqueña, la madrugada portuaria de Antofagasta.

Sólo atravesé sus plazas; no me detuve en ellas.

Pero asistí con fervor al renacer del día preñado de sonidos rituales:

el afán del panadero,

el taconeo rítmico y colectivo de los obreros,

la soledad de los ciclistas,

el bramido metálico de las cortinas,

la polifonía ignorada de los pájaros tempranos.

Y la luz, las luces, las que se apagan y las que vienen con matices de azul insospechado y de rojos inauditos.



En todos esos recorridos solitarios quizás buscaba el renacer de la vida a manos de un pequeño dios desaprensivo y bostezante, ése que nos prodiga el mínimo, precioso favor del amanecer.



Sea en Farragut Square

too late, baby.

Sea en Plaza Yungay

calcetines rotos.



Sea en el puerto de Coquimbo.

Sea.

Sea un bulín de Playancha.

Sea.

Fantasmas en Chacabuco.

Sea.

La Victoria.

Sea.



Siempre que

Sea

De amanecida.



an orange bar



al cruce de caminos