Peralta III 
barra


Peralta sueña,

sueña que lee que sueña un  imeil que le 
envía Ramiro que sueña
allá lejos, en Aukland; 

sueña que Ramiro al fin le contesta acerca 
del sueño que comentaron bajo la noche limpia 
de Virginia. 

(esa noche de Virginia)

A los tres les recordaba otra noche pálida.

Una sobre los techos del Nueve.


alumbra lumbre de alumbre los pies del San Cristóbal


No había moros, tampoco había costa.

Ahora sólo hay sueño.



¿Adonde irá a parar 
este pobre Peralta,
cada tarde más 
transgénico,
olvidado 
de sí mismo, 
sujeto 
pálido, 
empleado de derrota 
y 
mansedumbre?




En el último sueño, Peralta creyó que el tigre "es" Peralta. (cuando en realidad, es Ramiro)

A su vez, Ramiro estaba seguro que los tigres no existen,

y eso, sólo porque nunca ha visto ni uno.


¿Qué será de Peralta?

¿Te acuerdas de su sonrisa de agosto?


Después vino luego la lluvia de octubre, esa lluvia del Venus de Bradbury.

La que enloquece...

Cayeron cometas y brumas ese octubre.


Ramiro creyó que el disparo eran luces de bengala.


Ramiro (¿o Peralta?) se despierta pálido sudoroso trémulo vivo.

Otra vez, otra vez octubre, dice. Menos mal que ya estamos en noviembre.



Ramiro/Peralta/los sueños/el apartamento/el círculo rojo/


Peralta se despierta como en un suspiro; ligero, fresco.
Es tan liviana su despertada que sus ojos se sorprenden.


Se sorprende Peralta, casi no puede creer su despertar tan así, tan tranquilo.



al cruce de caminos

a Farragut Square