el Salpicon

Sangre asada

Índice de los salpicones


La papa, modesta ella, si no fuera por el arroz, sería el alimento de mayor consumo en el mundo. Cada uno por su lado, las papas y el arroz, cosmopolitas que son, casi nunca están en el mismo plato.

Salvo en la cazuela, casi nunca van bien juntos.



La papa es tremendamente versátil; las papas se pueden cocinar como uno quiera, en todas partes comen papas, todos creen que la inventaron. En USA creen que la trajeron de Irlanda.

Braudel cuenta que en Europa el cultivo no se popularizó tan rápido como el del maíz; pero una vez que se impuso, salvó a los europeos de la hambruna y de la miseria.



Para los campesinos pobres, fue un regalo caído del cielo. Sacaban el doble de calorías en la mitad del terreno y del tiempo que requería el cultivo de trigo.

Las papas tenían varias ventajas: no pagaban impuestos, no estaban sujetas a diezmos y, al crecer ocultas bajo tierra, eran un seguro de vida en esos tiempos de guerras interminables que invariablemente terminaban con los sembrados de trigo pisoteados o convertidos en rescoldo.



No todos estaban contentos.

Entre 1693 y 1791, el consumo de cereales de los habitantes de Flandes bajó en un cuarenta por ciento.



Circulaban rumores acerca de las papas; quizás inventados por los trigueros.

Algunos creían que las papas a la larga producían lepra, otros las acusaban de provocar flatulencia. Varios aseguraban que la papa era un afrodisiaco y deploraban ¿? su uso.

Nada de eso detuvo la expansión de los cultivos. Hacia el final del siglo diecinueve, más de trescientos años después que los españoles vieron una por primera vez en 1539, había papas por todas partes.

Ahora todos comen papas.



Creo que las papas con perejil son un testimonio de la generosidad sencilla de las papas.

Aunque la comíamos a menudo para el almuerzo, a mi padre le recordaba sus desayunos en Anguiano. Casi siempre alejado de la cocina, fue él quien me enseñó a prepararlas.

Primero hay que pelar unas cuantas papas y cortalas en rodajas que no sean ni muy delgadas ni muy gruesas. Ajo; hay que pelar y machacar unos tres o cuatro dientes de ajo.

Aceite; en una olla se pone una cucharada de aceite y se calienta a fuego mediano.

Cuando el aceite está bastante caliente se añade el ajo y la casa entera se impregna con su olor y sabor.

Cuando el ajo empieza a dorarse se añaden las papas salpicadas con un puñado generoso de perejil picado finito. Sal. Pimienta.

Hay que dejar que las papas se sofrían despacio hasta que su textura comience a cambiar en la mezcla chirriante. Se añade agua hierviendo, suficiente para cubrir completamente a las papas y un poco más; la música de la olla cambia de ritmo. Se deja que hiervan por un buen rato.

Cuando están blandas se sirven en un plato hondo.

Mi padre les agrega un poco de miga de pan, pero me parece innecesario.

Mi hermana les agregaba un poco más de ajo.