el Salpicon

Papas con perejil

Índice de los salpicones


El salpicón está íntimamente relacionado, también, con una lista larga de otras comidas singulares que se distinguen no sólo por sus diferentes texturas y sus aromas intensos, sino también porque son marcas de identidades culturales y de una tozuda y, a menudo inconsciente, vuelta a los orígenes.

La sopa de perro es uno de estos guisos.

La receta es muy simple:

a) unas dos o tres rebanadas de pan duro cortadas en cuadritos puestas en un plato hondo,

b) unos dos o tres dientes de ajo machacado,

c) un huevo crudo vertido sobre el pan,

d) agua HIRVIENDO sobre la mezcla,

e) sal y pimienta.



Era siempre maravilloso ver cómo se cocía el huevo al contacto con el agua hirviendo mientras las habitaciones se impregnaban de ajo en esas noches de lluvia fría y rabiosa en las que comíamos bien cerca de la estufa de aserrín instalada a todo vapor en el centro del comedor de diario.


La sopa de perro no me gustaba mucho, pero a mi madre y a mi hermana, les encantaba.

La tomaban cada vez que podían con los ojos brillando con la anticipación y el placer del gusto. No era un hambre de las tripas la que buscaban colmar. Más bien era afirmar un vínculo; buscaban conjurar a la abuela, traerla de vuelta a la mesa con sus alpargatas torcidas y sus vestidos negros y gastados.


Las sopas de ajo, las de perro, las de migas, las de puerros, son de esos guisos étnicosque distinguen, unen y separan; establecen semejanzas y diferencias, amistades y desconfianzas.


Estos guisos de catalanes, leoneses, castellanos, asturianos, riojanos, chilenos, italianos, alemanes, turcos y sefarditas, son prueba y objeto mágico a la vez: son llave y puerta.


Del lado de la puerta, estos guisos étnicos, dignificados en su paso de campesinos pobres a inmigrantes afortunados, son un rechazo, un enclaustramiento nostálgico y arrogante, que rehúsa ponerse ahí con los otros.


Del lado de la llave, la sopa de perro busca agradar; se ofrece como un homenaje a la visita, al pariente, al coterráneo, al amigo. La sopa de perro se ofrece siempre con una sonrisa cómplice.


Las sopas de ajo, las de perro, las de migas, las de puerros, se distinguen por sus sabores fuertes y marcados, por las pungencias invasoras de sus aromas, por las asperezas toscas de sus texturas. Cuando se ofrece una de estas sopas a un extrañosiempre flota un aire de expectación y de duda, las miradas se entrecruzan mientras se observa al extraño de reojo.


En seguida se descorchan las botellas y comienzan las celebraciones: el extraño sonrió, al extraño le gustó la sopa!


El extraño es de los nuestros.