Rumias

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Cristina Peri Rossi

Egon Schiele. Mujer reclinada

Peri Rossi

Tres poemas de Peri Rossi sacados de Evohé,

su libro publicado por primera vez en Montevideo el año 1971;

libro que fue una de las muchas razones...

si es que a una Junta Militar se le puede hablar de razones

por las que debió marchar al exilio.

Silencio.

Cuando ella abre sus piernas

que todo el mundo se calle.

Que nadie murmure

ni me venga

con cuentos ni poesías

ni historias de catástrofes

ni cataclismos

que no hay enjambre mejor

que sus cabellos

ni abertura mayor que la de sus piernas

ni bóveda que yo avizore con más respeto

ni selva tan fragante como su pubis

ni torres y catedrales más seguras.

Silencio.

Orad: ella ha abierto sus piernas.

Todo el mundo arrodillado.



De nuevo... como cuando leo a Cavafis:

¿Qué diferencia hace que sea Cristina, que no Cristián, quien me habla...?

¿Puedo leer atendiendo sólo a las palabras sin importar el sexo, el género preferido, de quien me habla?

¿Sin atender a mi propio género binario o no–binario?

¿Qué perturbó tanto a la Junta de Gobierno uruguaya que, sin contentarse con su exilio, prohibió la sola mención de su nombre en las radios o en los periódicos?

El juego, la música.

Sin duda, el poder demiúrgico de las palabras.

Entré como a una catedral

y sus piernas vibraron

como los tubos del órgano

cuando, dentro suyo,

me puse a pronunciarla,

a hacer música entre las naves

bajo la mirada aquiescente

de todas las vírgenes iluminadas.



Una mujer me baila en los oídos

palabras de la infancia

yo la escucho

mansamente la miro

la estoy mirando ceremoniosamente

y si ella dice humo

si dice pez que cogimos con la mano,

si ella dice mi padre y mi madre y mis hermanos

siento resbalar desde lo antiguo

una cosa indefinible

melaza de palabras

puesto que ella, hablando,

me ha conquistado

y me tiene así,

prendida de sus letras

de sus sílabas y consonantes

como si la hubiera penetrado.

Me tiene así prendida

murmurándome cosas antiguas

cosas que no existieron nunca

pero ahora, al pronunciarlas,

son un hecho,

y hablándome me lleva hasta la cama

adonde yo no quisiera ir

por la dulzura de la palabra ven.

Cristina Peri Rossi
Evohé

Evohé, Evohé, grita Cortázar en ese todavía memorablemente hermoso y lúdico capítulo 68:

“¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ortopenaban hasta el límite de las gunfias.”

Evohé, Evohé, el grito de triunfo en el éxtasis de la bacanal —las Bacchanalia. La fiesta no–oficial, popular, de la calle, carnavalesca; celebrada al margen de lo reglamentado, transgresiva. Fiesta de los sentidos, del éxtasis orgásmico. Celebración del cuerpo; del propio y el del otro/de la otra. Aquí —en Peri Rossi— lo público y colectivo del bosque dionisiaco, trasladado a la privacidad del cuarto de la pareja. Lo cómico. Risa y arrobo; el cuerpo, el pubis, la abertura, como catedral; la sacramentalización de lo profano.

Años después, en su Otra vez Eros de 1994, Peri Rossi insistía en lo cómico desenfadado.

Distancia justa

En el amor, y en el boxeo,

todo es cuestión de distancia.

Si te acercas demasiado, me excito

me asusto

me obnubilo         digo tonterías

me echo a temblar.

Pero si estás lejos

sufro entristezco

me desvelo

y escribo poemas.

Cristina Peri Rossi
Otra vez Eros



Saint Paul, mayo de 2023


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