El diccionario de doña María Moliner dice que un chascarro o un chascarrillo es «un cuentecillo o narración que contiene un chiste».
Aquí uso el término de una manera ligeramente diferente: no es necesario que contenga un chiste, basta que no se tome demasiado en serio... que lo haga a la manera de un cronopio hablando con sus amigos y amigas...
La vuelta al piano de Thelonious Monk.
En La vuelta al día en ochenta mundos, Julio Cortázar le dedica un par de páginas a un concierto de Thelonious Monk con Charles Rouse acaecido en Ginebra donde él vivía entonces en marzo de 1966. Me salto el primer párrafo en el que habla de una fondue compartida entre él y su mujer de entonces con una pareja amiga y me lanzo a citar de los párrafos siguientes...
El segundo párrafo comienza cuando ya están los cuatro sentados en la platea, fila cinco al centro:
«Ahora se apagan las luces, nos miramos todavía con ese ligero temblor de despedida que nos gana siempre al empezar un concierto ... y ya el contrabajo levanta su instrumento y lo sondea, brevemente la escobilla recorre el aire del timbal como un escalofrío, y desde el fondo, dando una vuelta por completo innecesaria, un oso con un birrete entre turco y solideo se encamina hacia el piano poniendo un pie delante de otro con un cuidado que hace pensar en minas abandonadas o en esos cultivos de flores de los déspotas sasánidas en que cada flor hollada era una lenta muerte para el jardinero.
»»Cuando Thelonious se sienta al piano toda la sala se sienta con él y produce un murmullo colectivo del tamaño exacto del alivio... ... Y luego cuando Charles Rouse da un paso hacia el micrófono y su saxo dibuja imperiosamente las razones por las que está ahí, Thelonious deja caer las manos, escucha un instante, posa todavía un leve acorde con la izquierda, y el oso se levanta hamacándose, harto de miel o buscando un musgo propicio a la modorra, saliéndose del taburete se apoya en el borde del piano marcando el ritmo con un zapato y el birrete, los dedos van resbalando por el piano, primero el borde mismo del teclado donde podría haber un cenicero y una cerveza pero no hay más que Steinway & Sons, y luego inician imperceptiblemente un safari de dedos por el borde de la caja del piano mientras el oso se hamaca cadencioso porque Rouse y el contrabajo y el percusionista están enredados en el misterio mismo de su trinidad y Thelonious viaja vertiginoso sin moverse, pasando de centímetro en centímetro rumbo a la cola del piano a la que no llegará, se sabe que no llegará porque para llegar le haría falta más tiempo que a Phileas Fogg, más trineos de vela, rápidos de miel de abeto, elefantes y trenes endurecidos por la velocidad para salvar el abismo de un puente roto...
»» Charles Rouse está echando las últimas vehementes largas admirables pinceladas de violeta y de rojo, sentimos el vacío de Thelonious aportando del borde del piano, el interminable diástole de un solo inmenso corazón donde laten todas nuestras sangres, y exactamente entonces su otra mano se toma del piano, el oso se balancea amablemente y regresa nube a nube hacia el teclado, lo mira como por primera vez, pasea por el aire los dedos indecisos, los deja caer y estamos salvados, hay Thelonious capitán, hay rumbo por un rato, y el gesto de Rouse al retroceder mientras desprende el saxo del soporte tiene algo de entrega de poderes, de legado que devuelve al Dogo las llaves de la serenísima.»
... y todavía no había empezado el concierto.
No tengo un clip del concierto en Ginebra, pero encontré este otro de una fecha muy similar en Londres. Vale la pena.
Cuarteto de Thelonious Monk, Londres 1965.