Rumias


A santo de qué...

Mi abuelo aseguraba con vehemencia

—debo aclarar que el viejo era español—

que haría parir sus uvas de Jerez

y que tendría vino de uvas.

Yo lo recuerdo bien, removiendo la tierra,

limpiando el tronco a todas horas,

con su ojo acuoso y lánguido observando.


...


Veinte años después,

nada tiene de raro que un nieto rencoroso

escriba este homenaje, no al abuelo

sino a la parra desobediente

que el viejo terco isleño no logró hacer parir.

Heberto Padilla
“Homenaje”

Provocaciones (1973)

No sé

a santo de qué

se me ocurrió elegir éste
y no otro poema
de Padilla
para encabezar esta rumia.

Bien podría haber sido este otro.


Lo primero: optimista.

Lo segundo: atildado, comedido, obediente.

(Haber pasado todas las pruebas deportivas.)

Y finalmente andar

como lo hace cada miembro:

un paso al frente, y

dos o tres atrás.

pero siempre aplaudiendo.

Heberto Padilla
“Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad”

Fuera de juego (1968)

O este otro.


A los héroes

siempre se les está esperando,

porque son clandestinos

y trastornan el orden de las cosas.

Aparecen un día

fatigados y roncos

en los tanques de guerra,

cubiertos por el polvo del camino,

haciendo ruido con las botas.

Los héroes no dialogan,

pero planean con emoción

la vida fascinante de mañana.

Los héroes nos dirigen

y nos ponen delante del asombro del mundo.

Nos otorgan incluso

su parte de Inmortales.

Batallan

con nuestra soledad

y nuestros vituperios.

Modifican a su modo el terror.

Y al final nos imponen

la furiosa esperanza.

Heberto Padilla
“Sobre los héroes”

Fuera de juego (1968)

No sé

a santo de qué

se me ocurrió elegir
poemas de Padilla
para encabezar esta rumia.


Leo y releo a Padilla

y se me ocurre pensar que no tengo idea cómo saber

cuánto más o cuánto menos

hubiera él escrito,

si a fines de los sesenta y comienzos de los setenta,

en vez de cubano,

hubiera él sido

español, brasileño o argentino.

Gritón este Padilla.

A ratos, cargadito

a lo fácil y obvio.

Seguro

que fue el hecho que a menudo Padilla

fuera cargadito

a lo fácil y obvio

lo que más hirió

la sensibilidad obtusa de sus censores sonámbulos.

De los tres poemas que incluyo aquí,

el que me da vueltas en la cabeza
(y en las tripas)
es “Homenaje”.

Su abuelo es como mi padre,

quien,
aunque nunca juró que haría parir las parras

(lo suyo era más bien la caza),

también fue un emigrante.

Migrantes
Emigrantes
Inmigrantes

Se me ocurre pensar
que la más famosa y sentimental de las canciones del éxodo español,
(de antes y de después de la Guerra),
una que oí muchas veces cantar a mi padre,
es la de Juanito Valderrama.

Esa que dice:


Adiós, mi España querida

Dentro de mi alma

Te llevo metida

Y aunque soy un (pobre) emigrante

Jamás en la vida

Yo podré olvidarte


Cuando salí de mi tierra

Volví la cara llorando

Porque lo que más quería

Atrás me lo iba dejando

Valderrama cantaba no a la llegada a una tierra prometida
(por quién y en contra de quiénes es otra historia),
sino a la salida acongojada,
al desgarro,
al abandono,
de una tierra dolida.

Duele.

Duele esa tierra dolida.

«tierra ingrata, ... jamás volveré a ti»
escribió Juan Goytisolo al comienzo de su Reivindicación del conde don Julián (1970).

El conde don Julián.
El gran traidor.
El amigo de los árabes...

Seguiré con eso en otra rumia... aunque por ahora no sepa cuándo.




Saint Paul, 6 de febrero de 2025


© 2013 - 2025, Román Soto Feliú. All rights reserved.