¡Desdichada de mí!
Si no me fuera mejor para mí contentarle a él...
¡Qué error he cometido! Ahora va a descubrirse mi herida! ¡Me invade el temor de que, descontento con mi respuesta, Calisto haya puesto sus ojos en otra!
¡Él me rogó, yo le dejé ir y ahora soy yo quien le quiere!
¿Qué dirías de mí, fiel Lucrecia? ¿Te parece una locura que ahora me ponga a pregonar lo que antes te oculté?
¿Adónde han ido a parar mi honestidad y mi vergüenza, los dones que mi condición de doncella me obligaba a guardar? ¡Ay sexo femenino, cuán débil y frágil eres! ¿Por que no les estará permitido a las hembras desvelar a los varones su angustioso y ardiente amor? ¿Por qué una mujer no puede descubrir su tormento...como lo hacen los hombres?
Calisto vive lamentándose y yo me quedo aquí, sola en mi cama, sufriendo.