La Celestina

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xiii. Un gran banquete en casa de Celestina

S
in tener que preocuparse esa mañana de los caprichos de Calisto, quien, ajeno a todo, dormía a pierna suelta luego de haberse pasado la noche en vela abrazado al cordón de Melibea, Sempronio, Pármeno, Areúsa, Elicia y Celestina se aprontaban a gozar de los buenos jamones, chorizos, quesos, vinos y frutas confitadas que los primeros había sustraído de las alacenas de su amo, contaban historias viejas y se burlaban de los ricos y se quejaban de las señoras.

Estaban así gozándose cuando sintieron golpear la puerta.

En los tiempos de Celestina, las criadas eran contratadas por diez años al cabo de los cuales recibían una dote para su matrimonio... A menudo, sin embargo, sus señores rehusaban dotarlas y las despedían acusándolas de ladronas o de lascivas.

Así entonces le abren por fin la puerta y llega a la fiesta Lucrecia.

No debía de ser la primera vez que la vieja Celestina comenzaba a hablar de los buenos tiempos del pasado. Aburrido con su perorata —o porque intuyó que lo apropiado entonces era que Lucrecia se quedara a solas con la alcahueta, Sempronio le dio un codazo disimulado a Pármeno antes de levantarse de la mesa, tomar a Elicia del brazo y subir con ella al segundo piso seguido por su compañero y Areúsa.

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La secuencia del banquete es un tópico importante en esta literatura medieval y pre-renacentista donde buena parte de la población, a pesar de la creciente abundancia para algunos, pasaba apuros para parar cada día la olla y muchas noches se iba a la cama con hambre. Ahí está como muestra el Lazarillo de Tormes y más de una canción del maestro Juan de la Encina. Es un tópico en las literaturas de todos los tiempos, en realidad; véase si no, la misma secuencia en Paradiso de Lezama Lima... o el banquete en Babette's Feast (1987), la película de Gabriel Axel.