Más vale trocar
plazer por dolores
que estar sin amores.
Donde es agradecido
es dulce el morir;
vivir en olvido
aquel no es vivir.
Mejor es sufrir
pasión y dolores
que estar sin amores.
Es vida perdida
vivir sin amar
y más es que vida
saberla emplear.
Mejor es penar
sufriendo dolores
que estar sin amores.
La muerte es victoria
do vive afición,
que espera haber (tener) gloria
quien sufre pasión.
Más vale presión
de tales dolores
que estar sin amores.
El que es más penado
más goza de amor,
que el mucho cuidado
le quita el temor.
Así que es mejor
amar con dolores
que estar sin amores.
No teme tormento
quien ama con fe,
si su pensamiento
sin causa no fue.
Habiendo por qué
más valen dolores
que estar sin amores.
Amor que no pena
no pida plazer,
pues ya le condena
su poco querer.
Mejor es perder
plazer por dolores
que estar sin amores.
Viéndole tanto sufrir, Sempronio trataba de hacerle olvidar sus tristezas recordándole las imperfecciones de las mujeres.
¿Qué me repruebas, Sempronio?
Que sometas la superioridad del hombre a la imperfección de la mujer.
Melibea no es mujer. Melibea es Dios.
Pero Sempronio, que ya había escuchado antes esos tópicos medievales, no se dio por vencido y sacó a relucir las enseñanzas misóginas de Séneca.
Recuerda lo que dice Séneca de las mujeres: mentirosas, casquivanas, soberbias, antojadizas, insensatas, lujuriosas, ¡sucias!, descaradas, enredadoras...
No, Sempronio: Melibea es... la virtud, la dignidad, la elegancia, la soberana hermosura. ¿Habéis visto las madejas de oro que hilan en Arabia? Pues sus cabellos son más delicados y brillan con más luz. Sus ojos negros, rasgados, de largas pestañas y cejas como dibujadas; los labios encarnados y grosezuelos, el rostro más largo que redondo, el pecho alto... Imagínate la forma de sus pechos prietos y redondos...
Quizás, señor, pero tú eres más digno.
¿Por qué dices eso?
¿No recuerdas lo que ha dicho Aristóteles?
¿Qué?
Ese ilustre sabio, como tú bien lo recordarás, ha dicho que la mujer es la materia como el hombre es la forma y así como «la materia apetece a la forma... la mujer apetece al varón».
¡Oh, pobre de mí! ¿Cuando veré yo eso entre mí y Melibea?
Fue entonces que Sempronio pensó que bien podría hacer él mismo un buen negocio a costa de la pasión de su amo.
Yo haré, señor, que se cumplan tus deseos.
¿Cómo podrás tú hacerlo, Sempronio?
Conozco a una hechicera que se llama Celestina. Astuta y sagaz; si a ella se le antoja es capaz de provocar a una piedra y hacerla arder de lujuria.
¿Podría yo hablar con ella?
Puedo traértela yo aquí para que le hables. Pero recuerda que debes ser amable... y generoso con ella.
Si me haces esa piedad, Sempronio...Te daré este sayo que tanto te gusta.