Pármeno, cien monedas le di a Celestina. ¿Crees que hice bien?
Creo, señor, que más te valdría dar regalos a Melibea que no dineros a aquella que yo conozco bien y de la cual te vas haciendo esclavo.
¿Cómo que esclavo? ¿Te has vuelto loco?
Porque a quién le dices tu secreto, le das tu libertad.
Con el dicho ese, estoy de acuerdo; pero tu propósito no lo entiendo. ¿A qué viene?
Viene, señor, a que siento que caigas en las en las manos de esa trotaconventos a la que ya han emplumado tres veces.
Parmeno, mientras más criticas a Celestina a mí más me gusta. Eres insensible a los trabajos que hace en mi beneficio, porque a ti no te duele donde me duele a mí.
Señor, prefiero que me riñas ahora por darte enojo, a que luego, arrepentido, me castigues por no haberte advertido que ya no eres libre, porque tu voluntad está cautiva.
¿Es que quieres que te de palos, bellaco? Dime, mal criado, ¿por qué hablas mal de lo que más adoro? ¿Qué sabes tú de honra? ¿De lo que es el amor? ¿Por qué cuanto Sempronio me trae con su diligencia, me lo quieres quitar tú con tu desconfianza? Te finges fiel, pero eres un terrón de lisonjas y el mesón de las envidias. Entiende, Pármeno, que mi pena y mi dolor no se rigen por la razón ni quiero yo consejos ni avisos. Más me vale estar solo que por ti mal acompañado.
Señor, tu dolor te ha quitado el juicio; pero mis palabras agrias son mejores para matar ese fuerte cáncer que te corree que las lisonjeras palabras de Sempronio que lo ceban y atizan ese insano amor hasta ponerte al borde de la sepultura.
Calla, calla perdido. Aquí estoy yo sufriendo y tú filosofando. Ordena que saquen un caballo y que lo limpien, que le aprieten bien la cincha, que me voy a pasear frente a la casa de mi señora y mi Dios. Tú quédate aquí y si viene Sempronio con la madre Celestina, que me esperen, que pronto estaré de vuelta.
Y comportándose como un adolescente (y en verdad eso es lo que Calisto a pesar de su edad todavía era) al que le han negado un deseo, Calisto montó en su caballo y salió enfadado de su casa, dejando a Pármeno rumiando sus pensamientos... los que inevitablemente se fueron volviendo poco a poco en contra de su ingrato amo.
Y bueno... si a un loco le dices lo que le conviene, no te puede ver. Que así sea. Por mí que Sempronio y Celestina te espulguen y se lleven lo que quieran... que como dicen que "a río revuelto, ganancia de pescadores". Algo, si no solo Areúsa, me tocará a mí.