La Celestina

Índice

ix. Una visita a Melibea

E
n esos tiempos en los que todavía no se habían inventado las mirillas para ver quién se encontraba al otro lado de la puerta, era costumbre preguntar quién golpeaba y escuchar con atención la respuesta para verificar que la voz que se oía correspondía a la que se recordaba de su dueño. Aunque Celestina de seguro no gozaba de la mejor fama en Toledo, Lucrecia debió pensar que a pesar de aquello, la alcahueta y madre (en sentido figurado) de su prima Elicia no representaba un serio peligro, puesto que presto le abrió la puerta...

...madre, tía. Aclaremos, por si nos confunde, que los términos "madre" y "tía" eran en los tiempos de Fernando de Rojas, formas de mostrar proximidad y respeto; no necesariamente relaciones de parentesco... tal como tía y tío en varios países hispanoamericanos todavía hoy.

Las criadas siempre han sido una defensa para sus amas y amos en contra de las visitas no deseadas. Con seguridad, Celestina debió aquí otra vez desplegar con astucia sus encantos de mercachifle y buhonera, ofreciéndole a Lucrecia lejía para aclararle el cabello o polvos para curarle el mal aliento, antes de que finalmente accediera ella a franquearle la puerta y facilitarle la entrevista.

Melibea, generosa y buena cristiana, debió de coger algo de dinero para pagarle el hilado a la vieja y luego debió de querer despedirse pronto de ella y volver a sus entretenciones de doncella ociosa las que, con seguridad, incluían la lectura de novelas de amores tristes y de sintaxis imposibles. La película de Gerardo Vega incluye un maravilloso párrafo que imita estas lecturas:

Es dolor y más dolor; apenas llega placer cuando se ha de terminar. Esto, mi vida, es amor, tan sencillo de perder... cuán duro de ganar...

Para volver a sus lecturas, Melibea se despidió pronto de la vieja:

Pero claro, dejarle el hilado a Melibea era la parte pequeña del plan de Celestina, apenas un excusa para quedar en su presencia. Mucho más importante era sacarle una prenda..., es decir, un galardón, para llevárselo a Calisto en prueba de la eficacia de sus artes de alcahueta. Así, consciente del buen corazón de la doncella, y aprovechando que ella mencionara algo de comida, le lanzó un buen cebo apelando a su vanidad y a su misericordia:

Oops. Harto riesgo era mencionar el nombre de Calisto frente a Melibea, casi como mencionar la soga en la casa del ahorcado.

Santa Apolonia (? - 249) fue una mártir a la que en su martirio le quebraron sus dientes; por eso es la patrona de los dentistas y protectora de los que sufren de dolor de muelas.
Índice