Grosellas

  Hebras narrativas

Cocktail
Música para una reunión social.

—Mira a toda esta gente...
¿Te das cuenta de cuánto hemos progresado, Gustavo?
—¿Mmm?
—Antes sólo tomábamos vino, ahora lo degustamos.

Óscar Humberto y Gustavo

La fiesta de Sandra García Salazar

Temuco, 19 de enero de 2008

Muchos años después..., en la fiesta de los cincuenta y cinco años de Sandra García Salazar, se reencontraron viejos amigos ahora ya también más viejos.

Monche y Gustavo...

Fue el sábado 19 de enero del dos mil ocho en la fiesta de cumpleaños de Sandra García Salazar.

Fue en una de esas reuniones sociales, como le dijo a Monche más tarde Gustavo que se llaman estas fiestas ahora, en las que, salvo quizás un muy bien disimulado y discreto flirteo, no pasa —ni debe pasar— nada.

Pero en esta fiesta pasó.

No mucho, pero suficiente para avivar el cotilleo.

Ahí estaba Monche, chispeante como siempre. Risueña, con su melena todavía pelirroja atada con una cinta morada; vestido negro, de espalda descubierta, escotado y abierto hasta medio muslo por el lado derecho. Si su intención era llamar la atención, lo logró de sobra. Yo por mi parte, creo que la llamé con mi tenida habitual de estos días de verano; pelo muy corto, jeans gastados y mi playera rosa desteñida.


Fue en esa casa de un salón con un gran espejo en la pared del fondo alajada con muebles de alerce de falsa antigüedad y alcurnia. Esa casa renovada con ese indefinible, pero inconfundible, olor de la exhuberante riqueza aumentada en esos años de los jaguares, del empleo mínimo... y luego, ya en democracia, asegurada y expandida en segunda vuelta, sin ninguna vergüenza.

Una herencia de la dictadura es que los inmensamente ricos ya no disimulen serlo.

El vino, claro que era del bueno; tanto, que quise llevarme una botella escondida en el bolso y terminarla en la casa con Juliana; los canapés, de esos que dan pena y pudor comérmelos: bellos, enigmáticos y primorosos...

La música, suave sin mucha bulla, jazz suave o New Age: de esa que quiere imitar al Keith Jarret o al George Winston.

Todos de pie, circulando de grupito a grupito, como en un ballet mudo, sin detenerse demasiado tiempo con nadie, evitando así las conversaciones engorrosas; no vaya a ser cosa que se estropee la velada.

Todo lindo, todo a punto, todo luminoso, todo regio, todo light.

Con la excepción de Maruja Balsera, ninguno de los otros tres personajes mencionados en este párrafo tendrá un papel “importante” en Grosellas. Sólo son algunos de los invitados a la fiesta de Sandra García.

Además de Sergio Gajardo y de Maruja Balsera; de Nelda Barroso y de Adolfo Vázquez; temucanos de siempre..., había montones de gente nueva; santiaguinos llegados hace pocos años a Temuco, con sus nuevos acentos, con sus nuevos gestos y nuevos ademanes.

Casi por equivocación, nosotras; viejas compañeras del colegio. De casualidad aquí, Monche; también Juliana, y con ella, yo. Convidados de piedra, estaban Óscar Humberto y Gustavo, con cara más de aburridos que de asombro...

Viviana Altman

...y estaba también Gustavo.

Por un minuto, Juliana y yo dejamos sola a Monche y entonces él, ya bastante achispado, se le acercó y le dijo:

—¿Sabes que desde la fiesta en la que cumpliste dieciséis años que estoy que me muero de ganas de llevarte a la cama?

—¿Y por qué no te vas conmigo ahora —le contestó Monche— y así a los dos se nos cumplen las ganas?

Aunque, quizás, (no me consta), intentaron ser discretos todos notaron que, sin despedirse de nadie, Monche y Gustavo salieron de la fiesta tomados de la mano.

VA

Volver a Merlot amargo.

Hotel don Cristóbal.

Última modificación: 7 de octubre de 2024.



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