Peralta II
Peralta lleva ya un buen tiempo en su departamento.
Y le gusta.
Pero Peralta se hace todo un lío con esto que le guste, porque él
cree que sabe muy bien que cualquier día va a dejar de gustarle y,
entonces, va a comenzar a recriminarse y a sentirse pésimo por
haberle gustado y todo su buen ánimo se le va a ir, de nuevo, al
suelo.
Claro. Claro que lo que le pasó a Peralta fue como para joder a
cualquiera. Claro que lo jode, por supuesto que todavía lo jode,
y le da vueltas, y sigue pensando. Peralta se lo pasa pensando.
Eso se sabe. Basta verle la cara al Peralta para darse cuenta.
Claro que lo jode. Sin duda que lo jode.
Pero no. No, no te engañes. No es tanto el hecho que le haya
gustado lo que lo va a hacer sentirse pésimo. En el caso de
Peralta, su problema, más bien, va a ser darse cuenta, un poco
así de golpe, el por qué de lo mal que los demás piensan que se
ve gustándole vivir solo en ese departamento inmenso de
Adams Morgan.
A Peralta le gustaría que le pudiera gustar así, a secas.
Pero a Peralta siempre le pasa que por una parte le gusta pasar
piola, pero después se reprocha y se siente humillado.
No; no es que Peralta se sienta culpable. Yo soy de los que
creen que Peralta no se ha sentido jamás culpable de nada.
Diga lo que diga la gente.
Peralta; yo estoy convencido que Peralta se siente más bien
reducido, avergonzado, mirado hacia abajo. Eso es lo que lo
jode; te lo aseguro.
No es otra cosa.