Temuco al alimón



Ramiro y Muriel se habían conocido muchos años antes en las más extrañas de las circunstancias, si uno se pone a pensar en lo que pasó después. Los dos tomaban clases de inglés en el ICHNOC de Temuco. También los dos se aburrían soberanamente y, en parte, compartían el bochorno de estudiar en colegios bastante menos prestigiosos que la mayoría de sus compañeros.

Ramiro todavía recuerda una noche de invierno lluviosa cuando fueron juntos a tomarse una fanta y una bilz a la fuente de soda de la esquina después de una clase particularmente dolorosa sobre todo para Muriel, blanco de las burlas por su pronunciación defectuosa y su lucha incesante en contra de una sintaxis incomprensible y que terminó por derrotarla.

El primer error de Ramiro, aunque quizás a fin de cuentas fue más bien un acierto, después de que Muriel pidió su bilz fue ocurrírsele pedir una fanta y se quedó rojo y helado cuando Muriel le preguntó que por qué pedía una bebida imperialista.




El espejo de agua El espejo de agua, Calle Balmaceda.

Esa noche Ramiro acompañó a Muriel hasta su casa la que se hallaba, afortunadamente, en una dirección parecida a la de la suya. Ramiro se pasaba mil películas mientras caminaba con Muriel, silenciosos y a más de medio metro de distancia, pero no se le ocurrió ni hacer ni decir nada.

—"Chao." le dijo Muriel cuando llegaron hasta su casa. —"Chao." le respondió Ramiro.
Se siguieron viendo en las clases del ICHNOC por más de un año. Después, mucho después, un día vio su foto en el diario.

Se sonríe Ramiro de sus recuerdos, tendido de bruces en la cama de varios días sin hacer, en su calurosa pensión de Santiago.

No sé cuándo llegamos a Temuco. Fue impreciso nacer y fue tardío nacer de veras, lento, y palpar, conocer, odiar, amar, todo eso tiene flor y tiene espinas. Del pecho polvoriento de mi patria me llevaron sin habla hasta la lluvia de la Araucanía.



Sonríe dulcemente, Ramiro. Ramiro siempre estuvo en Temuco. Ahora lo que no recuerda es cuando salió de allí, ni para qué. Ramiro no sabe de patrias, piensa, de la única patria que ha hablado es la de patria o muerte, que no es sino un decir, ni siquiera una consigna, siente; quizá un conjuro, un amuleto, un fetiche. Algo parecido a ese gesto sin nombre de los futbolistas cuando entran al campo de juego, algo como eso, quizá. "Del pecho polvoriento de mi patria", repite, hipnótico. De qué patria me estás hablando, Neftalí!! Pero qué bello suena eso del pecho polvoriento de mi patria, pé! pó! pá!!, y hasta cree por un momento que es capaz de tener patria, o Patria, aún.

Pero es noche, y Ramiro continúa hojeando, ojeando a Neftalí Ricardo Reyes:

Es de noche, medio triste y solo a la luz de la vela titilante y pienso en la alegría y en el dolor, en la vejez canosa, y en la juventud gallarda y arrogante.

Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary, Over many a quaint and curious volume of forgotten lore. While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping. As of some one gently rapping, rapping at my chambers door. Tis some visitor. I muttered, tapping at my chanber door- Only this, and nothing more.


No puedo ocultar mi amor por esta ciudad.

Temuco crece bajo la lluvia, que no sabe más que golpear y golpear las ventanas, como un vendedor viajero del sur, ansioso por entrar a su pensión. Agoniza Temuco en noche cerrada de temporal.

Ramiro acaba de dejar a Muriel en la puerta de su casa, justo antes de comenzar la lluvia. "Una fanta, una fanta!" —se recrimina— qué hubiera costado decir, con voz entera, "una bilz para mí, también". Pero no, el gil tenía que pedir una fanta, gil, gil y medio! Quién iba a saber también que la mina era medio bolche, puh! Sobre todo, estudiando en el ICHNOC. Hubiera sido una —improbable y casi surrealista— sucursal de Casa de las Américas, siquiera, pero no, el ICHNOC! Lo que pasa es que esas minas lo que quieren, es "epatar". Lo que es la próxima vez, apenas la mina diga "una bilz, por favor", yo digo, con voz de macho cabrío ... éeh... "a mí, tráigame una escudo, ya?" A ver que dice! Mmmh!

Ramiro recuerda el bello prólogo de Baudelaire a Poe en esas Narraciones Completas, cuidadísimas, de Aguilar, recuerda ahora todos sus libros perdidos, sus pasos perdidos, sus días perdidos, recuerda, sonríe, y duerme: "una bilz, por favor..., quíteme de enfrente esta fanta, por favor". Y se duerme, acalorado, sintiendo la lluvia de Temuco, que golpea y golpea la ventana.

Amo a esta ciudad sombría de lluvia y de noche de escarcha, esa en que se escucha mejor que nunca el ruido de los trenes nocturnos.

Amo todo, o casi todo, lo que está en ella.

Sobre las excepciones; una vez más, corramos un tupido velo, por favor.



dot Peralta I

dot ¿Qué es al alimón?